Así como hay lugares con cierta magia, hay otros que, al parecer, atraen a los intrépidos y también a la desgracia. La rotonda del Camino del Perú y avenidas Belgrano-Perón pareciera ejercer una extraña fascinación entre los amigos de la velocidad. En la madrugada de ayer, un conductor de unos 34 años incrustó su automóvil Clio en la rotonda. Una ambulancia del Siprosa lo llevó hasta el Hospital Padilla con politraumatismos. No se sabe si las causas del episodio se debieron a una falla mecánica o humana.
La rotonda es un emplazamiento vial circular para la distribución del tránsito, que se encuentra en la encrucijada de dos o más vías públicas y que permite la circulación giratoria. Según la Agencia Nacional de Seguridad Vial, al acercarse a una rotonda se debe disminuir la velocidad y fijarse en la amplitud de la calzada, en las características de las curvas, si hay algún carril exclusivo para bicicletas o para peatones, y si hay otros vehículos en circulación o en espera. Una vez en el interior de la rotonda, la circulación debe ser ininterrumpida; la prioridad de paso la tiene el que circula por ella. Quien intenta ingresar debe cederle el paso al que ya está adentro o al que está por salir de ella, salvo que la señalización indique lo contrario. Así funcionan correctamente en muchos lugares no solo del país, sino también del mundo, menos en Tucumán. En los últimos diez años se registraron en ese cruce, que data de la década de 1990, siete episodios viales, la mayoría ocasionados por exceso de velocidad.
A mediados de diciembre de 2016, ante las quejas constantes de los automovilistas por la lentitud del tránsito en ese sector, la Municipalidad instaló un complejo semaforizado con la intención de ofrecer de brindar mayor agilidad y seguridad a los conductores y en consecuencia, que disminuyeran los choques. En la oportunidad, los expertos coincidieron en que no necesariamente se debían eliminar las rotondas y reemplazarlas por semáforos; en todo caso, se debía estudiar su funcionamiento y replantear el diseño. Pero al cabo de algunos meses, las protestas de los conductores se renovaron,
En octubre pasado, la Dirección de Vialidad Provincial y las Municipalidades de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena acordaron levantar la rotonda. El anteproyecto proponía retirar el corredor vial, reubicar el complejo de semáforos y hacer las ampliaciones correspondientes para que hubiera giro libre a la derecha. Se implementarían obras de desagüe en ese sector que suele anegarse. “Ambas propuestas no están presupuestadas, deben terminarse y tampoco se ha contemplado el inicio de obra”, dijo el director provincial de Vialidad.
El secretario municipal de Gobierno de San Miguel de Tucumán dijo que una de las propuestas era colocar semáforos para tratar de disminuir el flujo del tránsito en ese cruce, antes de llegar a la rotonda.
Respecto de los accidentes, la realidad muestra que es la imprudencia de los conductores la que ocasiona los accidentes. Se saque o no la rotonda, se pongan más semáforos o se tomen otras medidas, nada funcionará si los tucumanos no aprenden a conducir y a respetar las normas viales, si los municipios siguen otorgando la licencia de manejo sin mediar un curso previo, con evaluaciones eliminatorias. Sería absurdo echarle la culpa a un poste o a un árbol de que un automovilista se haya hubiera estrellado contra ellos. Si una buena parte de los tucumanos al volante sigue despreciando la vida propia y la del prójimo, los incidentes viales difícilmente mermarán, a menos que la autoridad decida atacar de raíz el problema.